Gil la vio alejarse con su cautivadora belleza juvenil envolviéndola como si se tratara de una capa invisible. En la misma clase había tres o cuatro chicas mucho más guapas con respecto al físico, seductoras y arrebatadoras, pero, para él, Julia poseía esa belleza pura, genuina, inocente, que era la que realmente le gustaba e interesaba. Además, ninguna tenía lo que a ella más le sobraba: corazón.
A unos diez metros de distancia, su compañera se volvió de pronto y le gritó:
-¿Qué tal tu padre?
-Mejor.
-¡Vale!
La vio sonreír, con aquellos labios dibujados por una mano maestra en su rostro abierto y limpio, de mirada siempre risueña y clara. Julia tenía los ojos grises, la nariz recta y los labios perfectos. El óvalo de su rostro se afilaba en la barbilla. Medía casi un metro setenta, dependiendo del calzado, y su cuerpo a penas si tenía mayores atributos que los normales: pecho pequeño, esbeltez, caderas anchas... Nunca le había visto las piernas porque siempre vestía vaqueros. Llevaba el cabello relativamente corto, una media melena azabache, y ningún colgante en el pecho o en als manos. Ni siquiera un anillo. Y tenía las amnos más bonitas que podía recordar, con los dedos largos y afilados.Jordi Serra i Fabra, Sin tiempo para soñar
Mira que me gusta cómo describe y escribe este escritor...
Algún día me gustaría estar a su altura y escribir tan bien como él.