Aquí es donde Laia Álvarez deja sus pensamientos, pequeñas reflexiones, canciones que le tocan la fibra sensible... Cosas, en definitiva, que le rondan la cabeza y el corazón. No obstante, este pretende ser un espacio compartido, donde el lector pueda tener también un pequeño espacio donde dejar cuanto quiera dejar.


Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ya!

29.6.07

~ 711

 
 
Subió al tren, se sentó y esperó a oír el sonido que indicaba que el tren partía. Aún no estaba segura de lo que hacía... Finalmente, un tímido pero audible pitido llegó hasta ella; comprendió que ya marchaba, y no había comprado billete de vuelta. Y así, con este pensamiento, cerró los ojos y rodó sobre su mejilla un lágrima.
Lo había hecho; había subido, estaba ahí sentada, y notaba como aquel tren que había tomado empezaba a acelerar, dejando atrás la estación, la ciudad y todo cuanto allí había.
Ella no podía dejar de darle vueltas; sin saber por qué se encontraba abandonando la ciudad... Pero aquello no lo había podido aguantar más: horas y horas sin saber que hacer, sin dejar de llorar... Horas y horas pensando en su corazón, que un día latía en su pecho, y hoy, hecho pedazos, a penas conseguía hacerlo.
Pero el tren 711, llevando consigo una y mil historias, no se detenía.
 
 
 
 
Sentado en el suelo, junto a aquella vieja nave abandonada, se dedicaba a ver pasar los trenes. Unos iban, otros volvían... pero aquel que estaba pasando sabía que no traería de vuelta a Nadia.
Sabía que esta vez no podía hacer nada; se había equivocado, lo había hecho mal... Ahora, había perdido a su bella princesa, que marchaba en tren 711 sin billete de vuelta.

13.6.07

~ Papel de prensa


Hojas de un viejo periódico son arrastradas por el viento.


Una noticia de aquel fatídico incendio acaba en el estanque...

Una editorial que suscitó una gran polémica casi imposible de acallar acaba en el camino, y el viento, indeciso, no sabe si sacarla de él o dejarla ahí perennemente, hasta que, para acabar con tal indesión, una rueda termina por enterrarla en el barro que provocó la lluvia de la noche anterior...


El viento sigue arrastrando las hojas de aquel periódico, repleto de noticias pasadas, caducas palabras, antiguos retratos.

Las portadoras de viejas glorias quedan en el juego del viento.
Ahora quieta, y ahora volando.
Volando hacia la izquierda, un resoplido la envía a la derecha, para finalmente retornar a la izquierda.
Y cuando la quietud llega al, a causa del viento, inquieto papel, cuando parece que el viento ha cesado, cuando parece que ya ha llegado la calma, un nuevo remolino envuelve la hoja para arrastralar en el infinito juego del viento...



Así, queda en manos del viento lo que ayer fue todo, el viejo presente.
Así, queda a merced del viento lo que hoy no son más que palabras que se lleva...
... palabras que se lleva el viento.