Aquí es donde Laia Álvarez deja sus pensamientos, pequeñas reflexiones, canciones que le tocan la fibra sensible... Cosas, en definitiva, que le rondan la cabeza y el corazón. No obstante, este pretende ser un espacio compartido, donde el lector pueda tener también un pequeño espacio donde dejar cuanto quiera dejar.


Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ya!

26.9.10

~ Mi pedida

Llegué a casa después de un día ajetreado. No había parado desde primera hora de la mañana. Tenía una cena, una de las más importantes que había tenido e iba a tener en mucho tiempo...

Por la mañana había ido a dar una vuelta, a comprar algunas cosas. Maquillaje, ropa... Después de haber dado quince vueltas a mi armario, nada me terminaba de convencer, y quería estar perfecta. Necesitaba estar perfecta. Al fin y al cabo, aquella noche, era mi pedida; en mi familia, siempre hemos guardado las antiguas costumbres, y entre ellas estaba la de que el novio pidiese la mano a la chica en una cena con las dos familias, la de él y la de ella, y aquella era mi noche. Aunque tres meses más tarde, sería no mi noche, sino mi día... ¡me iba a casar!


A medio día, mi madre me lo dijo... que no necesitaba ni una gota de maquillaje, ni pasarme un peine, ni ir vestida de forma impecable para relucir, porque se notaba la felicidad que llenaba todo mi cuerpo y que incluso asomaba por los poros de mi piel. No obstante, yo no me contentaba con eso... Quería que cuando mi novio me viese, se quedase impresionado y, si había aparecido alguna duda por su cabeza, se esfumase en un abrir y cerrar de ojos.


Conforme terminé de comer, me fui a la peluquería, no fuese cosa que con los nervios no atinase con la plancha, los rulos, y compañía, y no consiguiese hacer nada decente en mi cabeza. Media hora más tarde salía más contenta incluso de lo que había entrado, y no era precisamente fácil. Justo lo que quería, la melena perfecta, ¡y encima por dos duros!
Al llegar a casa, manicura, y a empezar a maquillarme. Y vestirme después claro. Me preparé la cartera de mano, con el móvil, las llaves, alguna cosilla para retocarme el maquillaje y la cámara de fotos para no perderme nada, a parte de lo de siempre.

Salí de casa bastante pronto, porque había quedado con mi hermana para tomar algo antes de la cena, que quería contarme algo. No resultó ser más que los detalles que había visto para los invitados y un par de tonterías más... pero he de decir que me vino bien, para salir de casa y desconectar, no fuese a ponerme más nerviosa.
Charramos un rato, con un par de cervezas entre nosotras, hasta que se hizo la hora de ir al restaurante.
Subida ya en el coche, le dije que se acercara al restaurante y me iba yo a mi casa con el coche en un momento... ¡Se me había olvidado el regalo para él!!! Con las prisas y los nervios, me lo había dejado encima de mi cama. Era el reloj del que se había enamorado hacía unas semanas y que no se pudo permitir. Estaba deseando ver su cara.

Una vez recogido el regalo, me subí al coche. A penas había arrancado cuando sonó mi móvil... Era él. Seguro que no se acordaba de dónde era la cena, o que se le iba a hacer tarde... ¡o vete tú a saber!, con lo desastre que era, podías esperarte cualquier cosa. Menos lo que me dijo.

No iba a ir. No iba a ir a la pedida. Ni ese día, ni ningún otro. Ni, obviamente, iba a ir a la boda. No me dijo nada más... Tan sólo un 'Ya hablaremos en otro momento mejor' y un 'yo aviso a la gente, no tienes que llamar tú a nadie' que, todo sea dicho, agradecí. No habría podido decírselo a nadie, y menos mal que había vuelto a casa y nadie tuvo que verme la cara en aquel momento. Apagué el motor y me subí a mi casa... No terminaba de reaccionar hasta que, pasados cinco minutos, empezaba a entender qué significaba todo aquello, mientras mi móvil no hacía más que sonar. Lo apagué, y dos lágrimas abrieron el camino sobre mis mejillas.
Cuántas vinieron después no sabría decirlo. En todo caso, debieron no ser suficientes, porque varios días después todo seguía igual que en aquél momento: yo inmóvil, impasible, con mi teléfono apagado, con la misma ropa, y con el maquillaje corrido manchando mi cara.

9.9.10

~ ...pero hoy recordar está de más.


La Casa Azul - ¿Qué nos pasó?




¿Qué nos pasó?, que la luz se hizo penumbra.
Se fue Peter Pan, no volverá nunca jamás.
¿Qué nos pasó?, ¿dónde están nuestras locuras?,
¿y las travesuras?, ¿y la llave para soñar?






Por suerte, aún guardo esa llave, aunque las travesuras, las locuras, la luz, los juegos, los lugares... todo aquello quedase atrás.


PD: No será quizás ni el más ni el mejor artista. Fallará en mil cosas, no gustará a muchísimos, y todo lo que queráis... Pero me encanta Guille, sus melodías infantiles para algunos, 'poppies' (o como quiera escribirse) para otros, consiguen hacerme entrar en sintonía, y sus letras me transmiten muchísimo.
A veces creo que debo de tener unas cuantas cosas en común él.