Aquí es donde Laia Álvarez deja sus pensamientos, pequeñas reflexiones, canciones que le tocan la fibra sensible... Cosas, en definitiva, que le rondan la cabeza y el corazón. No obstante, este pretende ser un espacio compartido, donde el lector pueda tener también un pequeño espacio donde dejar cuanto quiera dejar.


Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ya!

27.2.08

~ Frente al mar

El Sol se habría paso entre un mar de nubes que sobrevolaba el agua de aquel puerto, tan bajo que parecía estar a punto de acariciar con sus formas de algodón aquellos mástiles que se alzaban contra el cielo.


La escena que se había dibujado ante ella era una muestra casi exacta, detallada hasta el punto más sutil, de todo el ambiente sobrecargado y sobrecogedor que se devenía en su interior.

Estaba sentado en aquel banco de madera situado frente al mar, sin más distancia a él que un pequeño escalón. Miraba hacia el infinito sin reparar en aquel panorama que el cielo había pintado para él, sin hacer más que dejar vagar todos aquellos sentimientos y sensaciones que llevaban ya días revoloteando por su mente, reaparecidas de un lugar tan escondido que a cualquiera podría haberle hecho creer que habían desaparecido.
Pero no, allí estaban, meses después, revolviendo su estómago, como si cientos, quizás miles de mariposas revolotearan en él.

18.2.08

~ Piel de melocotón

 
Y así, comenzada la puesta de sol, se sentaron en un banco... La jornada había sido muy dura, y necesitaban un pqueño descanso.
Al sentarse, la falda que llevaba ella se deslizó un poco, lo suficiente como para que su piel clara, con un leve tono dorado, luciera con ese brillo tan particular que desprende el sol cuando empieza a terminar el día.

No pudo evitar quedarse mirando... Le encantaban aquellas piernas, y en aquel momento, la imagen le embriagó.
Sólo pudo reaccionar acercando su mano hasta ella, y rozando aquella piel suave, de terciopelo y con el color del melocotón, que tanto le gustaba. Al ver que aquella pequeña caricia, era bien acogida, dejó su mano apoyada en el muslo; y la miró.

Por toda respuesta, una sonrisa que le cautivó aún más si cabía.

Para terminar, cómo no podía ser de otra forma, un beso fugaz que significó que el camino volvía a ponerse en marcha, haciendo caer la mano de aquel chico, de su chico, al levantarse y echar a andar.

12.2.08

~ Lágrimas

Llegó a su casa, cansada, como tantas noches.
Se quitó los zapatos de tacón, y como cada día, los dejó tirados en medio de la habitación. Dejó toda su ropa en un montón a los pies de la cama y se puso su pijama.

Fue hasta el aseo y se quedó parada delante del espejo. Poco a poco, se quitó el maquillaje, ya un poco corrido por el tiempo que hacía que había salido de casa y por las dos lágrimas suicidas que acababan de escapar de sus ojos. Con la cara ya limpia de maquillaje, cogió toda el agua que pudo entre sus manos y se la echó a la cara, tratando de despejarse y de relajar todo aquello que, allí dentro, daba vueltas sin parar.
Tras volver a colocar la toalla en su sitio, se quedó mirando esos ojos sinceros, allí reflejados, que jamás podían ocultar lo que pasaba dentro, en su corazón, en su alma... Al fin y al cabo, ellos eran su voz.
Cogió una goma del cajón, y recogió en una coleta su melena. Mañana mismo se la iba a cortar; necesitaba un cambio.

Y así, otro día más, fue hasta el frigorífico, y tras examinarlo duramente, como recriminándole no sabía bien qué, lo volvió a cerrar.
Sin cenar, se fue al sofá; se dejó caer, al tiempo que se tapaba con una manta de pies a cabeza... y se quedó así, tumbada, quieta, mirando sin mirar, mirando al infinito... Y sin saber por qué, otras dos gotas suicidas más, se precipitaron desde sus ojos verdes al suelo, rozando sus mejillas y deshaciéndose después.

11.2.08

~ Malditas ellas

Las sombras del pasado, malditas ellas, evocan a nuestros recuerdos, incluso a aquellos que tratamos de esconder hasta de nosotros mismos. Vuelven así a dibujar en nuestra mente historias pasadas, incluso caducadas por el paso del tiempo y los hechos, pero que nuestros corazones siguen sintiendo como en aquel momento.
Arremolinan a una mil sentimientos, y tantos otros contrapuestos, que tratan de evitar lo inevitable.



Malditas ellas, diré una y otra vez, pues no consiguen sino que mis lágrimas vuelvan a brotar con la intensidad que ya antes surgieron.

10.2.08

~ Como gotas de agua

Como pequeñas gotas de agua, que no pueden resistirse a la ley de la gravedad y no pueden hacer, sino, caer en el abismo y fundirse con las que ya antes que ellas han sucumbido a lo que un día dijo Newton... así, justo, así es como yo caigo sin poderlo evitar.