Aquí es donde Laia Álvarez deja sus pensamientos, pequeñas reflexiones, canciones que le tocan la fibra sensible... Cosas, en definitiva, que le rondan la cabeza y el corazón. No obstante, este pretende ser un espacio compartido, donde el lector pueda tener también un pequeño espacio donde dejar cuanto quiera dejar.


Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ya!

29.6.08

~ Su libertad

Siempre me ha gustado irme al campo y desconectar. Es ese silencio...
Coger el coche y todo lo que ronda mi cabeza; mis problemas, inseguridades, malos momentos, sensaciones complejas y compañía, y salir hacia allá arriba, hacia esas montañas que me llaman en silencio, sin que nade más pueda oírlo.

Como decía, allí no encuentras el silencio, pero sí un silencio que no encuentras en ningún otro lugar. Ni conversaciones, susurros, coches pitando, motores, músicos callejeros, radios a todo volumen, televisores, vecinos que discuten, vecinas que cantan, interferencias, niños jugando en la plaza... Nada, nada de aquello.
Llegas y oyes conversaciones, pero no entre personas, sino entre las aves que se encuentran allí; el viento te susurra frases capaces de conmoverte, de abrazarte y golpearte a la vez; se oyen ramas crujir, tal vez por el peso de algún pequeño roedor trepando por él (quizás, sólo quizás).



En ese marco, es donde saco de mi equipaje todo aquello que me quiebra la cabeza. Y poco a poco, como al niño que después de todo el día en casa llevas al parque, o al can que vive en ciudad y llevan a campo abierto a correr, así, de esa manera, se van distendiendo todas las tensiones habidas hasta el momento, llevándome así a una paz renovadora, relajada, consiguiendo así que todo vuelva a ocupar en su lugar.
Así, los problemas decrecen, los nervios se calman, las inseguridades se tornan seguras, los malos momentos encuentran su parte positiva, y todo es más sencillo. Las musas toman el trono, y yo vuelvo a ser la que era.

Es ese silencio... y su sensación de libertad.

28.6.08

~ Campanas de boda

Repiquetean las campanas a lo lejos. Se oyen por toda la ciudad. No, no en realidad; se oyen en una cercana lejanía, quizás a tres manzanas de mí, cuatro, cinco tal vez. Pero se oye ese sutil, particular y conocido repiqueteo. Los novios, ahora ya marido y mujer, deben estar saliendo a la calle, recibidos por la familia y amigos entre risas, alegrías y vítores.

Y es en esos momentos cuando vienen a mi cabeza aquellos vagos recuerdos de amor, historias que el tiempo hizo caducar, pero de las que aún quedan sombras en mis recuerdos y mi corazón; sensaciones... sentimientos... ideas, sueños y proyectos que se quedaron en el aire, y que ahora, sola o con otra compañía, sigo sintiéndome incapaz de hacer, por mucho que pasen los días, las semanas, los meses o los años.


Ahora oigo esos repiqueteos de campanas, que tañen alegremente celebrando el amor, celebrando un amor desconocido para muchos, para incluso la mayoría de aquellos a quienes informaban.
Pero al fin y al cabo, el amor es algo que hay que celebrar, porque significa que aún hay quien cree que existe ese cuento inventado para ilusos que viven en esos mundos de fantasía, castillos, hadas, príncipes y princesas, en un mundo de golosina.

27.6.08

~ Otro cuento de amor

Sí, es un cuento, como lo son Caperucita Roja, El Gato con Botas, Pulgarcito, Los Tres Cerditos o Hansel y Grettel... Cuentos para niños.
Cuando era pequeña soñaba con ser una princesa, de esas con un castillo enorme rodeado de bosques mágicos e infinitos, entre los que en sueños me perdía, conociendo allí a todo tipo de seres extraordinarios. Y así, rodeada de animales, árboles, hadas y duendes, me asaltaba de repente en mi camino un príncipe azul, de esos de película, alto, fuerte, guapo, con unos ojos inmensos en los que perderse, romántico, detallista, dulce, cariñoso, capaz de conquistar a cualquier princesa, pero al que la única princesa que le interesaba era yo.

Sí, eran cuentos, mis propios cuentos, que con mi hiperactiva y sobreexplotada imaginación creaba de la nada a cada segundo.
Por eso digo que el amor no es más que un cuento, porque el amor no tiene más: es un cuento creado para niñas, de cinco, quince o cincuenta años, da igual. Es un cuento que crea ilusiones que tan sólo saben hacer que desvanecerse cuando abrimos los ojos ante la realidad.

Quiero tenerte entre mis brazos, real y no inventada, como aquel novio de la infancia, como al hombre que no me atrevía a amar salvo en sueños.
Blanca Álvarez, El amor es un cuento.


Al menos me conformo con pensar que ya desde pequeña lo tenía claro, que esos príncipes fantásticos sólo aparecían en los bosques mágicos de mi imaginación.

26.6.08

~ Una estrella de mar

Empecé a pasear y llegué hasta la playa; me quité las sandalias, me dispuse a dejar mis huellas en la arena. Me acerqué desde el paseo del puerto hasta la orilla, y sobre la arena húmeda caminé. Las olas, suaves, limpias y claras, rompían al llegar allí, e iban salpicando mis pies al tiempo que borraban las huellas dejadas tras de mí.
Mi falda larga, blanca como la nieve pero teñida de naranja con los rayos del sol del atardecer, jugueteaba con el viento, y yo sujetaba mi sombrero con la mano que me quedaba libre, intentado que Eolo no me lo arrebatase. En aquella escena, que de haberla visto hubiera inmortalizado Sorolla, no me vino a la cabeza otra cosa que una estrella de mar.

No me preguntes por qué, pues no lo sé. Sin razón ni sentido alguno, apareció dibujada aquella figura, frágil, delicada, tímida, arrastrada por el mar en sus idas y venidas, por un mar que se aventuraba entre los fondos marinos arrastrando así todo lo que podía encontrar.
Aquella estrella de mar que tan sólo podía hacer que dejarse mecer en el oleaje, como la vida hacía conmigo, llevándome hasta aquel lugar, a través de los entre cruzados, serpenteantes y, a veces, complicados caminos que me había hecho seguir.


La vida conmigo, como el Mediterráneo con aquella estrella de mar...

~ Y de las cenizas todo habrá de resurgir

En la noche de San Juan escribí mis deseos; me senté en la mesa, cogí un papel que tenía a mano, rebusqué por mi bolsa y encontré un lápiz. Tenía mil cosas en la cabeza, dando vueltas, mil sentimientos que podían convertirse en deseos sobre el papel, mil ideas que se arremolinaban por salir todas a una, mientras en mi mano temblaba el lápiz ante la duda de qué escribir en aquél lienzo en blanco que iba a pintar con deseos. Yo trataba de poner orden entre todo lo que había dentro de mi cabeza, pero cada intento era más complicado que el anterior.
Finalmente cerré los ojos, apoyé la punta de grafito contra la hoja que tenía delante, y dejé que mi mano se moviese sola, sin que ninguna orden premeditada llegase hasta él... Tan sólo quería que en el papel quedase reflejado únicamente lo que realmente debía quedar. Me sorprendí cuando leí lo ya escrito una vez dejé ya inmóvil el lápiz sobre la mesa; por fin, por vez primera, no era lo allí escrito aquello que más fervientemente deseaba, sino aquello que sin lugar a dudas más me convenía.

Finalmente, me acerqué a la hoguera, y lancé aquella hoja llena de garabatos.
Llegado su momento, se fundieron en el fuego, junto con el cartón y la madera que ya ardían.
Deseos que nacerán de las cenizas, cual ave Fénix, haciéndose realidad.


14.6.08

~ Mensaje a un destinatario

Se sentó en su escritorio de madera sutilmente tallado, tomó en la mano su pluma, la mojó en su bote de tinta y la puso sobre el papel, y con finos movimientos fue dibujando sobre el lienzo en blanco que tenía ante ella palabras que daban sentido a todo aquello:



...y de repente, en medio de una conversación, me doy cuenta de que lo único que tengo en la cabeza, eres tú.

Hay veces, que decir un "Te quiero", es lo más importante, algo que se hace casi necesario, que te da fuerzas para seguir adelante con todo, un abrazo que te renueva por dentro, una caricia que hace todo más intenso o un beso que te hace vibrar de una manera increíble.
Hay veces en que es imposible, pues la distancia lo impide. Pero entonces, en ese momento, cuando todo eso vaga por tu mente, te das cuenta que a veces, un sentimiento tan fuerte como el que me haces sentir, sobra... Y es que ahora que sé lo que es en realidad el amor, el amor de verdad, un sentimiento como jamás había sentido, un sentimiento que no pensaba que se pudiese llegar a sentir, siento que no podría vivir sin él... siento, que no podría vivir sin ti, porque tú lo eres todo.




Tomó la hoja en su mano y leyó lo que ella misma había escrito. Se aseguró que la tinta que daba forma a sus últimas palabras se hubiese secado y dobló aquel papel, sellándolo a continuación para ocultar aquellas palabras de miradas ajenas y mandó a un amigo de confianza para que el mensaje llegase únicamente a quien había de llegar.

11.6.08

~ Errores y problemas

Hay veces en que los errores del pasado son simplemente eso, errores del pasado. Otras, en cambio, se convierten en los problemas del presente.