Cuando esta vez arrancó el coche, lo hizo con una calma renovada. Tras
volver a poner aquella música que tanto le gustaba, echó en falta su
móvil. Puso rumbo a su casa, pues ya era hora de cenar, y le apetecía
muchísimo volver a ser parte del mundo... es más, se había convertido en
una necesidad. Llegó, aparcó el coche, recogió las cosas, apagó la
radio y salió tranquilamente; dobló la esquina mientras pensaba en lo
que iba a hacer al llegar: darse una ducha, ponerse el pijama, y al
tiempo
que preparase su cena y cenase, llamar a todos sus amigos para pasar, la
noche siguiente, cenando, jugando a mil y un juegos con los que reír un
rato, ver alguna película y tomarse unas copas mientras se hiciese de
día. En eso, sus amigos eran unos auténticos expertos. En realidad, sus
amigos eran, simplemente, unos amigos perfectos.
Lo que no sabía ella era que al llegar a casa no iba a poder hacer nada de esto, pues a veces llegan cosas que no esperas, ni imaginas que te vayan a pasar... pero que se convierten en tu realidad.
Lo que no sabía ella era que al llegar a casa no iba a poder hacer nada de esto, pues a veces llegan cosas que no esperas, ni imaginas que te vayan a pasar... pero que se convierten en tu realidad.
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