Avanzó la tarde, pero ella seguía tal cual, tumbada, con los ojos ahora
rojos de tanto llorar. La noche comenzaba a extenderse por entre las
calles y los edificios cubriendo todo con su oscuridad.
Como haciendo de la negrura su toque de queda, se levantó de aquel sofá, se secó las lágrimas con la manga de la camiseta negra que llevaba y se acercó al baño a lavarse la cara para relajarse. En su dormitorio, cogió lo primero que pilló del armario, se vistió, calzó sus zapatillas de todos los días; se puso el abrigo, cogió las llaves y se fue de su casa, a andar por las calles ya vacías de aquella ciudad, como un animal nocturno que encuentra en la soledad de la noche su refugio.
Como haciendo de la negrura su toque de queda, se levantó de aquel sofá, se secó las lágrimas con la manga de la camiseta negra que llevaba y se acercó al baño a lavarse la cara para relajarse. En su dormitorio, cogió lo primero que pilló del armario, se vistió, calzó sus zapatillas de todos los días; se puso el abrigo, cogió las llaves y se fue de su casa, a andar por las calles ya vacías de aquella ciudad, como un animal nocturno que encuentra en la soledad de la noche su refugio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario