Cuando aún se oía el portazo que dio al salir, comenzó a sonar, junto a
su ordenador, una melodía. No se trataba de la música que siempre sonaba
en su casa, sino de su móvil, el cual había olvidado por voluntad
propia. En momentos como aquél, prefería la única compañía de sus
pensamientos, sus ideas, sus recuerdos y sus sueños. Al tiempo que se
apagó aquel sonido que no pretendía otra cosa que ser escuchado, ella
doblaba la esquina de la calle que llevaba hasta su coche.
Al llegar frente a él, sacó las llaves, que llevaba en el bolsillo derecho, abrió el vehículo y se sentó. Arrancó el motor, puso el disco idóneo para el momento (uno en que se podía leer con letra rápida y sencilla Canciones para el pensamiento que había grabado hacía tan solo unos días), y subió el volumen hasta no poder más; sin más dilación, se abrochó el cinturón y comenzó un camino que no conocía ni sabía a donde le tenía que llevar.
Al llegar frente a él, sacó las llaves, que llevaba en el bolsillo derecho, abrió el vehículo y se sentó. Arrancó el motor, puso el disco idóneo para el momento (uno en que se podía leer con letra rápida y sencilla Canciones para el pensamiento que había grabado hacía tan solo unos días), y subió el volumen hasta no poder más; sin más dilación, se abrochó el cinturón y comenzó un camino que no conocía ni sabía a donde le tenía que llevar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario