Diez menos cinco. Termino de arreglarme, y me miro en el espejo, examinando el resultado. Satisfecha, comienzo a recoger todo lo que he ido dejando por ahí tirado, acelerada. De repente, suena el móvil: una llamada perdida; son ya las diez, y era la llamada que esperaba.
En una carrera, salí de casa: me puse los zapatos de tacón, unas gotas de Be delicious, cogí el bolso y al tiempo que gritaba “Mamá, me voy. Hasta luego”, cerré la puerta y comencé a bajar de dos en dos los escalones. Conforme cerré la puerta, vi el coche acercarse; paró frente a mi portal, y me subí.
- ¡Hola cielo! – saludé, junto con un beso.
- ¿Dónde vamos?
- Hoy dices tú.
- No, no. Sabes que tenías que elegir tú.
- …ya estamos. ¿Vamos a San Juan? Una pizzería o algo de eso.
- Vale, lo veo.
El coche dobló la esquina, camino a lo que habría de ser una cena más de una pareja más en un restaurante más.
En una carrera, salí de casa: me puse los zapatos de tacón, unas gotas de Be delicious, cogí el bolso y al tiempo que gritaba “Mamá, me voy. Hasta luego”, cerré la puerta y comencé a bajar de dos en dos los escalones. Conforme cerré la puerta, vi el coche acercarse; paró frente a mi portal, y me subí.
- ¡Hola cielo! – saludé, junto con un beso.
- ¿Dónde vamos?
- Hoy dices tú.
- No, no. Sabes que tenías que elegir tú.
- …ya estamos. ¿Vamos a San Juan? Una pizzería o algo de eso.
- Vale, lo veo.
El coche dobló la esquina, camino a lo que habría de ser una cena más de una pareja más en un restaurante más.
1 comentario:
No sé cómo pero me has dejado imaginando un final, aunque no un final más.
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