Aquí es donde Laia Álvarez deja sus pensamientos, pequeñas reflexiones, canciones que le tocan la fibra sensible... Cosas, en definitiva, que le rondan la cabeza y el corazón. No obstante, este pretende ser un espacio compartido, donde el lector pueda tener también un pequeño espacio donde dejar cuanto quiera dejar.


Empezamos en 3... 2... 1... ¡Ya!

8.2.13

~ Pequeña historia de Pulgarcito


Había una vez un chico, pequeño y grande a la vez, llamado Pulgarcito.

Él tenía su vida, sus amigos, sus aficiones y sus obligaciones, como cualquier otro chico. Un buen día, estando con sus amigos, uno de ellos apareció con una niña tímida, callada, pausada... Iba por allí de vez en cuando, poco al principio y mucho al final. Pulgarcito empezó a hablar con ella y entre ellos surgió una bonita relación, una pequeña amistad.

Pulgarcito tenía una novia, y al final, la niña, también tuvo un novio, amigo de Pulgarcito... Las circunstancias, que fueron muchas, fueron acercando a Pulgarcito y a aquella niña, haciendo que su amistad se fuese consolidando.

Aquella niña, al final, acabó sin aquel novio, y fue Pulgarcito quien se volcó en que ella retomase el control de su vida, pues había quedado claro que la niña se había quedado como un trapo. Él había pasado también por momento bajos cuando dejó de tener novia, y sabía lo que ella tenía.

Estaba tan dispuesto a ayudarla, que incluso en la distancia, a 700km de ella, seguía llamándola y dándole fuerzas. Pulgarcito no llegó a ser consciente de que entre aquellas, llamadas y mensajes, ella no olvidaría una de ellas.

A penas unos meses después, perdieron el contacto, cosas de la vida. Al fin y cabo, esa niña era un poco particular... demasiado quizás.



Aquella niña, no obstante, nunca olvidaría aquella llamada en plena madrugada durante un concierto, nunca olvidaría que entre ellos quedó una cita pendiente y sobretodo nunca olvidaría a Pulgarcito.



Alguien me dijo una vez que los amigos son como la fluorescencia, que relucen más cuando todo se ha oscurecido. Quien me lo dijo puedo aseguraros que brillaba como a penas podéis imaginar.

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