El viento soplaba fuerte, jugando a su antojo con las palmeras, la arena y el mar.
Las hojas se mecían en un movimiento frenético; los granos de arena viajaban en el viento, sobrevolando el mar, los paseos... y las olas rompían bruscamente en la orilla después de un ir y venir en el que cada una de sus gotas había bailado una melodía de ondas susurradas por el viento.
Las brisa marina se había apagado, todo parecía augurar una tormenta, pues un cielo gris había hecho su aparición en la escena, cargado de nubes, que parecían de algodón, a punto de resquebrajarse en aquel marco...
Mientras tanto, una paz reconfortante me inundaba, en una escena antagónica a la batalla que se dibujaba ante la lente de mi cámara.
Las hojas se mecían en un movimiento frenético; los granos de arena viajaban en el viento, sobrevolando el mar, los paseos... y las olas rompían bruscamente en la orilla después de un ir y venir en el que cada una de sus gotas había bailado una melodía de ondas susurradas por el viento.
Las brisa marina se había apagado, todo parecía augurar una tormenta, pues un cielo gris había hecho su aparición en la escena, cargado de nubes, que parecían de algodón, a punto de resquebrajarse en aquel marco...
Mientras tanto, una paz reconfortante me inundaba, en una escena antagónica a la batalla que se dibujaba ante la lente de mi cámara.
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