Y el cielo iba tornando sus colores con las primeras notas de luz del día.
El tiempo había pasado, y de repente, el clarear de ese cielo nos sorprendió. La noche había pasado, y ahí seguíamos tú y yo, el uno junto al otro, mientras el tiempo, en su afán de robarnos nuestros momentos, había vuelto a hacer de las suyas.
Parecía imposible, pero ya se había hecho de día.
Mi cabeza reposaba sobre tu hombro, y tu brazo me rodeaba, haciéndome sentir que nada podía fallar mientras siguiese a tu lado.
Pero se hizo de día.
El Sol era el toque de queda, marcaba el momento en que tú habías de marchar.
Te despediste con un beso, un Te quiero y una de tus miradas, capaces de hacerme volar.
El tiempo había pasado, y de repente, el clarear de ese cielo nos sorprendió. La noche había pasado, y ahí seguíamos tú y yo, el uno junto al otro, mientras el tiempo, en su afán de robarnos nuestros momentos, había vuelto a hacer de las suyas.
Parecía imposible, pero ya se había hecho de día.
Mi cabeza reposaba sobre tu hombro, y tu brazo me rodeaba, haciéndome sentir que nada podía fallar mientras siguiese a tu lado.
Pero se hizo de día.
El Sol era el toque de queda, marcaba el momento en que tú habías de marchar.
Te despediste con un beso, un Te quiero y una de tus miradas, capaces de hacerme volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario