Un día, rebuscando entre los cajones que nunca abres, entre cajas con
polvo acumulado por el tiempo que llevan encima del armario, o entre los
papeles acumulados en el escritorio que nunca te decides a organizar,
encuentras algo. Un recorte de periódico, uno de tus pasatiempos
preferidos de años atrás, una foto con caras de niños que ya son
adultos, o alguna cosa que creías perdida desde tiempo atrás.
Pero son esas cosas las que te hacen pararte a pensar, a recordar
momentos de los que fueron partícipes esos pequeños tesoros en que, al
menos por un momento, se convierten esos nimios objetos.
Y recordar... y dejar que esos recuerdos llenen por un momento tu
cabeza. Cerrar los ojos, dejar vagar la mente por momentos ya vividos
que, de una forma u otra, acaban trayendo desde el pasado una sonrisa a
tu boca.
Es entonces cuando abres los ojos, vuelves al presente y te encuentras
en el lugar donde estabas antes, y sigues con lo que estabas haciendo.
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